viernes, 20 de enero de 2012
Psss! Pssssss!
sábado, 9 de abril de 2011
Wither.
Si estás leyendo esto es que ya es demasiado tarde. Ya lo sé. Lo sé todo. Quizás haya sido culpa mía, pero la curiosidad que me invadía lo hizo inevitable.
Me hizo buscar la verdad en cada lugar, en cada rincón, en cada ser… hasta encontrarla. Con esto te digo que si has comenzado tu búsqueda, la abandones sin remordimientos. No merece la pena saber la verdad. No merece la pena conocer que todo aquello que nos une está construido sobre cimientos inestables, que todo en lo que creemos quizás no sea así. No merece la pena saber que quien crees que eres no existe, que es sólo lo que no conoces de ti lo que te hace ser real, y que quizás nadie te llegue a encontrar nunca.
Así que, querido amigo, deja lo que estás haciendo y vive. Recorre el camino opuesto al que deberías y haz todo aquello que siempre quisiste hacer, porque para mí ya es demasiado tarde…
El mundo real te cambia. Se te mete en las entrañas y te cambia. Te hace ver lo que nunca tendrás, lo que nunca verás ni sentirás. Y ahora… ahora soy el mendigo que sólo acepta sueños. Soy quien sobrevive a base de utópicas sonrisas, de momentos ficticios y sentimientos irreales. Quien sólo se alimenta de la efímera alegría que se escapa por las noches de tu habitación.
viernes, 10 de septiembre de 2010
Without you.
Había olvidado lo que era escribir sobre mis sentimientos, sobre el mundo, sobre ti, en una hoja de papel. Había abandonado todo contacto directo con la tinta, porque en algún momento dejaba de ser tinta y se tornaba sangre. Mi sangre, por la que fluía mi interior, mis miedos, mis deseos. Mi puto ADN plasmado en un papel.
Pero allí estaba, despidiéndome de ti a través de un trozo de papel, lleno de palabras, de dolor y de angustia. Una carta que jamás leerías, unos sentimientos que no conocerías jamás, como los de aquellos que llorarían tu ausencia toda su vida.
Una carta que sería arrojada a las llamas en la primera noche de luna llena, que acabaría por consumirse junto con toda mi rabia, mi interior, mis miedos, mis deseos.
Junto con mi puto ADN.
Junto conmigo.
jueves, 15 de julio de 2010
Appetite for Destruction
Alexander había pasado los últimos seis años viviendo solo, yendo de un lado a otro, conociendo a gente diferente día tras día y con la única compañía constante de su perro Mike. Había dejado la universidad, a sus amigos y a su familia por un sueño: la libertad.
Una mañana se despertó con un nudo en la garganta, y la necesidad de deshacerse de él. Puso su ropa en una bolsa de deporte, cogió las llaves del coche y salió por la puerta trasera.
Arrancó el coche y comenzó a sonar “Rocket Queen” de Guns ‘n’ Roses, y una ligera sonrisa apareció en su rostro. Aceleró.
Miró por el espejo retrovisor una última vez y al volverse lo vio claro:
Nada ni nadie podría pararlo nunca.
sábado, 24 de abril de 2010
Diario de una parca: no te fies de los muertos.
Pero como la suerte no estaba de mi lado, no fue un día de trabajo normal.
En sus últimos días, Aura había visto cómo su vida se iba mermando poco a poco, día tras día, hasta que no quedó nada sobre la faz de la tierra por lo que vivir. Todo estaba tan vacío en su interior que fue desapareciendo, literalmente.
Su alma fue la primera morir. Esa alma rebelde que irónicamente había dado su vida por un cuerpo, y que me había jodido el día, se había extinguido por completo.
Aunque esta vez, lo más inquietante de todo, es que yo había sido el único en percatarme de ello.
PD: Estoy en paro.
viernes, 19 de marzo de 2010
Hacía frío aquella mañana.
Los árboles susurraban a través de sus ramas desnudas y la escarcha todavía permanecía en los alféizares de las ventanas. La señora Méndez había salido a sacar la basura, y cruzaba la calle apurada para entrar en calor. El señor García, como cada mañana, había salido a leer el periódico al porche con un termo de café humeante, aunque esta vez había añadido una manta a sus bártulos habituales.
Y allí, al otro lado de la verja, de la calle, del mundo… estaba ella.
Perdida entre palabras, se acariciaba el pelo mientras pasaba las páginas del libro.
Cada día se sentaba en aquel banco a respirar y a sumergirse en su mundo de fantasía, acción, terror o misterio, hiciese el tiempo que hicieste. Días de un ayer al resto de su vida.
martes, 16 de febrero de 2010
Vivir muriendo
Una semana después de mi muerte seguía vagando por las calles sin que nadie pudiese sentir mi presencia. De lo único que estaba seguro es que había dejado de existir hacía exactamente siete días, pero sin saber porqué, todavía podía acariciar las fachadas de las casas en busca de nuevas texturas y, además, era capaz de reconocer mi rostro en los reflejos de los cristales.
Dicen que una interrogación sin punto sólo es una curva peligrosa, y estoy de acuerdo. Aquella curva iba a acabar conmigo de un momento a otro.
Siempre me había preguntado, como todos a lo largo de su vida, qué pasaría justo en el momento de mi muerte. A dónde iría, a quién podría ver y quiénes me podrían ver a mí. ¿La respuesta? La absoluta nada. Es como el primer día de invierno que trae consigo el gris de un cielo húmedo, que cubre de blanco los tejados y nos hiela el corazón.
Un segundo después de sumirme de lleno en mis pensamientos, algo rozó mi mano. Alcé la vista y pude alcanzar a ver a una niña de chubasquero amarillo, chapoteando entre las baldosas de una concurrida calle de seres anónimos. Un impulso me abalanzó sobre la calle con el fin de encontrar alguna respuesta en esa niña, pero se camufló entre la multitud como lo haría una lágrima en la lluvia.
Y ahí estaba yo, en medio de mi vida sin vivir, esperando algo que quizás no llegase nunca.