El tiempo me otorga la posibilidad de avanzar y de encontrarme a mí misma, de ser alguien más. Mis manos están manchadas con el barro de cada caída y no poseo mayor deseo que deshacerme de él. El caparazón tras el que me he ocultado se está empezando a derretir, al igual que todo el dolor del que me escondía.
He permanecito inmóvil para descubrir por mí misma todos los colores con los que se puede pintar un nuevo día, y durante años sólo era capaz de distinguir el negro del gris.
Y ahora, ante mí, se abre un largo aunque angosto camino, por donde caminaré sin mirar atrás. Un camino lleno de colores desconocidos, con desconocidas sendas y desconocidos trazos. Un lugar por el que caminar descalzo sin miedo al dolor.
Un nuevo camino que lleva hacia una nueva vida.
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