El mundo gira a mi alrededor, y envía el futuro al pasado. Calles inundadas de vacías luces, ilusos que buscan la ilusión, idealistas corriendo tras una contrariedad, y yo permanezco en punto muerto.
Lo único que he llegado a sentir estos días es el irrefrenable deseo de huir o, en su defecto, de hibernar. La felicidad pasajera me repudia, aunque todavía no tengo claro quién repudia a quién en realidad. La calidez de un hogar familiar escapa a mi entendimiento, y la realidad del resto muta en un algoritmo imposible de felicidad, sonrisas y luminosidad parpadeante.
No sé porqué el invierno cambia a la gente. Aunque lo que no suelen comprender es que cuando las luces desaparecen, el frío permanece para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario