lunes, 11 de mayo de 2009

Y llegaron los 18...

...años, sí. Nada más y nada menos.
Edad deseada de muchos y anhelada de tantos. Edad para hacer todas esas cosas que has hecho en clandestinidad, pero legalmente.

No recuerdo ya cuántas veces he llegado a decir a lo largo de mi vida la famosa frase de "cuando tenga 18...". Pero a medida que ha ido pasando el tiempo, he hecho toda clase de cosas que pensaba hacer cuando cumpliese la mayoría de edad. Me he tatuado, me he agujereado, he recorrido miles de kilómetros con la única compañía de una maleta repleta de sueños (y de ropa, hiciese o no falta).

Dicen que los 18 son grandes, que son los más especiales, pero creo que todo depende de las vivencias que llevas a tu espalda. En mi caso, no me puedo quejar, y los 18 se me presentan más como una mera edad de transición que de "libertad e independencia" en sí.
Para muchos, la mayoría de edad supone más libertad por parte de los padres, pero yo la he tenido siempre. Para otros, supone el momento de arriesgar, de hacer esas cosas "de y para mayores", de dejar atrás el muro y tirarse de cabeza, pero es algo que ya he hecho siempre, para bien o para mal.

He apostado por lo que he querido, por qué y quién he necesitado, sin miedo a los obstáculos que se pudiesen interponer, y a raíz de eso, he experimentado toda clase de resultados. He vivido el sabor, el olor y los latidos de una victoria, pero también he saboreado el suelo con su amarga derrota. He quedado en tablas y he hecho trampas, al igual que me las han hecho a mí.
Pero tengo la certeza de que no me arrepiento de nada, no me arrepiendo de haber sido tan "precoz" para muchas cosas, al igual que el haber arriesgado tantísimo en cada cosa que he intentado alcanzar.

Dejo atrás años increíbles, llenos de buenos momentos, como de los malos que nublan por completo cualquier sentimiento de felicidad. Dejo atrás sentimientos, lugares, personas, una vida entera, vida que no echaré de menos; ahora ya no.

Ahora me toca volver a vivir las cosas que ya he experimentado, pero en una nueva etapa, quizás con otras personas, y con aquellas que se han quedado siempre para verte crecer. Es momento de arrancar, de irme y empezar de cero algo que, tal vez, se convierta en mi futuro.