sábado, 30 de agosto de 2008

Eritrocitos

Tras ver la pasada noche que el ser afebril empezaba a perder significado en mi persona, decidí escapar de casa unas horas con la excusa de dar un paseo en la maravillosa noche tormentosa, y acudir al señor batablanca de guardia. Después de ver como pasaban a verlo una señora con problemas de cadera, varios niños con gripe y algún borracho accidentado, me adentré en el fantástico mundo de la medicina nocturna, con sus enfermeras cabreadas e irritables, y señores batablanca hasta las pelotas de aguantar a las enfermeras cabreadas e irritables. Por suerte, el batablanca que tuvo la amabilidad de atenderme y fue muy amable conmigo, valga la redundancia. Tras examinarme y hacerme varias preguntas, se dispuso a clavarme una aguja unida a un fino cable, que transportaba mi sangre a un recipiente tubular.

Mientras los del laboratorio de guardia hacían su trabajo, otro señor batablanca del recinto de al lado que se pasaba por allí algunas noches, quiso seguir con el diagnóstico, ya que le había parecido que un análisis de sangre no era suficiente.
Pronto descubrí que me caía bien, demasiado bien para ser médico, y tras un par de preguntas supe que, alguna día, tal vez llegásemos a ser compañeros de trabajo. Le había llamado la atención mi forma de contestar al anterior batablanca, tranquila y pausada, y le había llamado aun más la atención el hecho de haber acudido sola. Y tras un pequeño test y una charla totalmente sincera, acabó por darme un diagnóstico paralelo al que estaba por llegar, que yo ya conocía desde principios de mes.

Al poco rato llegó el amable señor batablanca con los resultados. Al parecer, mi recuento de eritrocitos era algo bajo, ya que el señor hierro se fue de paseo y doña hemoglobina pasaba de hacer su trabajo. Poco después el amable señor batablanca se dio cuenta de que "estaba en esos días del mes" tras habérmelo preguntado, y llegó a la conclusión de que mi anemia se debía a la fusión de eso con mi diagnóstico paralelo que, aunque parecían casos totalmente aislados, acabaron por congeniar y joderme un poco, ya que estaban.

Y aunque ahora tenga que tomarme hierro en comprimidos y bupropion durante un mes, salí con la certeza de que todo, gracias a dios, se pasaría pronto.

viernes, 29 de agosto de 2008

More than I can say...

Muy de vez en cuando los deseos, por muy pequeños que sean, se llegan a cumplir.
Sin duda alguna, ayer asistí al mejor concierto de los que he ido este año. Quizás porque su directo es mucho más potente que su disco. Quizás porque nunca había disfrutado tanto de un concierto, y nunca antes un cantante me había dedicado una canción. Quizás porque nunca se me habían saltado las lágrimas de la explosión de sentimientos guiados en cada canción, de seguir recordándome que todos esos versos llevan su nombre desde noviembre.




Y aunque pretendía seguir con la entrada, aquí la dejo. Parece ser que las lágrimas y la fiebre no pueden trabajar juntas.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Say Goodbye

En cada despedida nos sentimos más vacíos por dentro, perdemos algo que por un tiempo (ya sea largo o corto) ha sido nuestro o ha estado a nuestro lado. Las despedidas significan separarse, distanciarse y esperar, aunque hay despedidas que marcan un adiós definitivo, sin reencuentro.
Decir adiós es doloroso, siempre lo ha sido, y en los momentos previos a pronunciar esa palabra sufrimos más que en el momento de dejarla ir.

La última noche supone el momento en que somos más conscientes que nunca que la hora de separase está a la vuelta de la esquina, a la vuelta del próximo amanecer. Noche de desvelo involuntario, donde cada intento de alcanzar a Morfeo se convierte en un intento fallido. Buscamos cobijo en el sofá, en el sillón, en las incómodas sillas de la cocina, pero ninguna nos brinda una hospitalidad aceptable. Volvemos a nuestra cama, a nuestro colchón, con la esperanza de encontrar la posición adecuada sin despertar a nadie, hasta que acabas por rendirte y te arrastras por el suelo con la intención de acurrucarte en la esquina más cercana, hundir la cabeza entre tus piernas y dejar correr el tiempo.

La habitación se va iluminando con el transcurso de las horas, dejándote ver a lo que pronto tendrás que renunciar. Las lágrimas de una despedida todavía por vivir comienzan a brotar de los lacrimales. En escasos segundos los ojos se ven inundados por nuestro mar interno, donde las olas rompen en los párpados y se precipitan al vacío en forma de pequeñas gotas. Ahora, ante ti, se define claramente lo que ha sido tu vida. Tu vida personificada durante varios días. Tu vida materializada durante varios años.
Da igual el qué y el cuándo, eres consciente de que mañana [o un hoy en sus primeras horas de vida] ya no tendrás aquello que con tanta fuerza habías amarrado. El sentimiento de pérdida y de vacío anticipado se apodera de ti, y un fuerte oleaje invade la calma lograda hasta el momento. Las lágrimas se desprenden con mayor rapidez y de forma incontrolable, dejando sobre tu rostro un cruce de ríos de agua salada, y en tu interior, el primer momento de paz. La calma que llega tras el tormentoso oleaje de sentimientos se expande por todo el cuerpo, hasta dejarlo totalmente exhausto. Es entonces cuando vuelves a tu punto de partida, ese trocito de cama vacía que espera tu calor, y te acurrucas al lado del otro trocito de cama ocupada que espera, sin saberlo, tu regreso.

Despegas lentamente los párpados y vas hacia el reloj, con la esperanza de que todavía quede mucho tiempo hasta que tu despertador dé la voz de alarma. Pero, como siempre, solamente quedan esos cinco minutos eternos antes de que suene, cinco minutos para resistirte, una vez más, a la inmersión en tu particular mar de lágrimas.

Y llega el momento de levantarse, de separarte por última vez de tu cama, con el sentimiento de pérdida yendo en aumento. Sabes que nunca más ese bolso descansará encima de esa mesa. Sabes que nunca más esos cepillos de dientes reposarán en el mismo estante, ni la ropa, ni los vasos, ni las galletas… nada estará en el mismo lugar.Y, lo peor de todo es que sabes que, en el momento de salir, no volverás a cruzar esa puerta.

Da igual que te despidas de una vida que ha durado apenas una semana, como de una vida que ha ocupado 5 años, al final la palabra que se apodera de tu último suspiro es la misma: el más triste y sincero adiós.

domingo, 24 de agosto de 2008

Mudanzas

Hoy, oficialmente, he comenzado la mudanza. A falta de cajas, cada uno ha decidido comenzar por su habitáculo personal y despejarlo; aunque la pringada de turno, es decir, yo, ha sido la única que ha empezado ¬¬

Tras una hora [y no exagero] he despejado mi pequeña estantería [pequeña, pero petada estantería] y ha sido una experiencia inolvidable. Qué decir de los millones de libros que se llegan a almacenar en un metro cuadrado…

Libros que aun quedan por leer, libros que has leído miles de veces, libros de lectura obligatoria en el colegio/instituto [que por estadística 1 de cada 100 es bueno], manga [en mi estantería abunda] y esos libros que te avergüenzas de tener… esos que te compras cuando tienes 13 años y estás a las puertas de la plena adolescencia. Esos libros que te compras simplemente para auto convencerte que la adolescencia es la mejor etapa de todas. Esos libros que tienen en sus portadas títulos como Querido Diario y polladas de ese estilo. Esos libros que, tras años acumulando polvo en la parte de atrás de tu estantería, acaban, por fin, en donde tenían que haberse hospedado desde un principio: en la basura.

Y qué decir de las revistas… Doy gracias que mi etapa Bravo y Superpop terminó demasiado pronto [no me duró ni un año, demasiado pesimista de nacimiento] y no quedan ni rastro de ellas desde hace 4-5 años, y ahora sólo conservo las revistas de música, sexo y deportes [sí, deportes] que se quedarán conmigo más tiempo. Aunque debo de decir que me he llegado a encontrar relatos eróticos en una de mis carpetas, y tan pronto lo he visto me he dicho: joder, y yo con 13 años leía esto?
Pues se ve que sí…

Después de terminar con la estantería y acabar con un saco de tela lleno de libros, libros de texto, carpetas y libretas, he ido a por los cajones. Ohhh los cajones… la de cosas [inútiles] que se llegan a guardar. Siempre existen cajones de varios tipos en una habitación: cajones que usas a diario y que la mayoría de cosas que hay en ellos son papeles; cajones que usas de vez en cuando, donde guardas todo aquello que hay por tu habitación que estorba a la hora de limpiar; y cajones que no usas nunca, que conservan lo mismo desde el año 2000 y donde están metidas las cosas que nunca encuentras [y que tampoco te molestas en mirar ahí, nunca] o que no quieres que nadie encuentre.

He empezado por éstos últimos y he encontrado de todo: una flauta, un tubo de crema pa las espinillas (?), pintauñas, una radio de ducha (?), rotuladores que dejaron de pintar en el 98, una caja-peine-espejo, un Pikachu de peluche (?), anda, condones! [cosa útil que no quieres que nadie encuentre, y que al cambiar de piso hay que buscarle un nuevo sitio], una funda de móvil, millones de afilalápices, un llavero de Schweppes y pulseras que nunca he puesto y nunca me pondré. La hostia, la de mierda que se llega a almacenar en un cajón [y que ahora descansan en la basura, a excepción del Pikachu y los condones, obviamente]

Pero no todo lo que se encuentra acaba en el fondo del saco de basura. Siempre encontramos cosas que nos devuelven a la infancia, como nuestras primeras notas, nuestros primeros dibujos y, como no, nuestros primeros deberes todavía sin hacer [de aquella ya echaba maneras]. Poco después encuentras algo de tu comienzo en el mundo adolescente, como ese primer curso de instituto, con sus libretas plagadas de corazoncitos con el nombre de tu amor platónico en su interior y que al verlos lo primero que haces es echarte a reír y luego tiras a lo más profundo de la basura junto con tu vergüenza. Y en ese momento encuentras tu viejo diario… dios mío.

Si alguna vez os ha dado por escribir un diario y guardarlo para leerlo años después porque alguien alguna vez os ha dicho: leer tu diario después de muchos años es genial! te ries mucho ^^ , cuando lo encontréis quemadlo directamente, junto con la persona que os ha engañado. Leer un diario que ha pertenecido a tus dos primeros años de adolescencia nunca es divertido, NUNCA. Porque a cada página leída, la vergüenza hacia tu propia persona se incrementa considerablemente, y si consigues leerte todo el diario, acabas por tener ganas de cortarte las venas o, en su defecto, tirarte por la ventana al pensar que una persona que ha sido capaz de escribir semejantes gilipolleces no es digna de vivir en este mundo. Así que… a la basura, no hace falta que paséis por algo así (y creo recordar que al principio de este párrafo dije que no todo acaba en el fondo del saco de basura, pero algo como esto ).

Aunque puestos a hablar de cosas vergonzosas, las fotos viejas son un buen ejemplo. Creo que ni Cachuli en sus años mozos llevaba los pantalones tan subidos [y no sólo me refiero a mí, que no sé qué será peor], pero bueno, en nuestro caso, con el paso de los años, acabamos por saber en dónde deben de ir. Pero dejando de lado ese pequeño apunte, las fotos son, en gran medida, buenos recuerdos. Excursiones, momentos en familia, simples momentos monguis que en su día hacía gracia inmortalizar… en fin, nuestra vida en imágenes.
Y las fotos junto con discos y cartas, han supuesto un punto y seguido en mi “recolecta personal” del día de hoy.

En definitiva, en las mudanzas se tira la mayor parte de las cosas, pero se acaban conservando las cosas importantes, tanto por lo que fueron como por lo que llegarán a ser.

sábado, 23 de agosto de 2008

Sueños

Todo comienza al caer la noche, cuando nuestros párpados se rinden ante el poder de la gravedad. Es entonces cuando nos sumergimos en el interior de nuestra mente, en lo más profundo, y nos convertimos en espectadores de nuestra propia vida. La imaginación vuela sin límites y traduce nuestros deseos, recuerdos y esperanzas, en ínfimas realidades nocturnas.
Sueños... aquellos que, sin proponérselo, son capaces de mejorar nuestro día (y nuestra vida) con una mera sucesión de imágenes.


Y... ¿qué pasa cuándo el miedo entra en juego?
Aliado de nuestra imaginación, convierte nuestras noches en carreras interminables, en una huida incesante a través de un camino irregular, donde la mala suerte se presenta en forma de piedra y nos hace tropezar. Es en ese momento cuando aquello de lo que has huido llega hasta ti, y cada vez más y más cerca, y en el momento en que te atrapa... abres los ojos.
Nuestra mente no es capaz de soportar tanto dolor y despierta. Nuestro cuerpo, que vive lo que nuestra mente proyecta, amanece bañado en sudor, con una fina capa de miedo todavía latente y un corazón suicida a punto de saltar al vacío.


Pero... ¿qué pasaría si no despertaras?




Dulces pesadillas


jueves, 21 de agosto de 2008

Savia

Ya no cae suelo en mi habitación, las
paredes cierran todo el espacio vital,
agotando el oxigeno a inhalar.

Consumiendo la respiracion, asfixiándome
de corazon, reduciendo la fuerza motriz de mis dedos,
devorando minutos que aun debo de vivir.

Nada tiene explicación todo cambia
de color, al caer la noche, sin avisar.
Algo empieza a despertar, tu retrato
quiere hablarme. 1000 recuerdos imborrables.

Nace solo de nuevo en esta ciudad, una
tierna luz me invita a despertar, de un
mal sueño que nunca debí soñar.

Intentando ver la realidad y creyendo que puedo volar,
levantando mis pies 4 metros del suelo,
elevando mi alma y mi ego, hasta morir.

Nada tiene explicación todo cambia
de color, al caer la noche, sin avisar.
Algo empieza a despertar, tu retrato
quiere hablarme. 1000 recuerdos imborrables.

Una sombra del pasado, hoy remueve mi memoria,
para hacerme recordar y recapacitar, que el
camino no es camino si hace camino al andar.

Nada tiene explicación todo cambia
de color, al caer la noche sin avisar.

Debo de vivir. Nada tiene explicación todo cambia
de color, al caer la noche, sin avisar.
Algo empieza a despertar, tu retrato
quiere hablarme. 1000 recuerdos imborrables

miércoles, 13 de agosto de 2008

Reinvención

Dicen que sin miedo no hay valor, que el miedo habita entre el pensar y actuar y que la única forma de avanzar es dominarlo; pero a veces nos juega malas pasadas. Como el niño que mira fijamente su armario en la oscuridad, el miedo a perder, el miedo a desandar el largo camino que tanto tiempo y esfuerzo nos ha costado conseguir, hace su aparición para recordarte que sigue ahí, cual sombra en la pared.

Y es en ese justo momento cuando decides dominarlo o sucumbir, subir o dejarse caer, seguir siendo o dejar de ser.

La mayoría de las veces optamos por dejar de lado ese miedo y seguir avanzado con claros objetivos; cada vez con pasos más firmes, más seguros, haciendo que de nuevo vuelva a reinar la paz en nuestro interior.

Y supongo que una parte de nuestra existencia consiste en eso, en una continua reinvención del yo que hace que cada vez que nos perdemos, nos volvamos a encontrar un poco más adelante.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Memories

Siembra el silencio tácito de las palabras sobre las líneas de un papel, vagando a través de su pluma. Llena páginas con una crónica cercana, llena de olores y de lugares perdidos, volviendo a él su vida en recuerdos. Querer regresar y aferrase a esos momentos con fuerza no es lo que pretende, y recuerda aquella frase de García Márquez: La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.