martes, 30 de diciembre de 2008

Se piensa demasiado

A estas alturas de año muchos se preguntan cómo será el año venidero y qué traerá consigo, y muchos otros echan la vista atrás para recordar qué han hecho, qué han ganado y han perdido éste que llega a su fin.
Siempre he querido ser del primer grupo, empezar el año cargada de ilusión y de esa incertidumbre y ese deseo que se suele sentir ante lo desconocido que está por llegar, pero la realidad es que pertenezco al segundo saco. Ese en el cual se recuerdan demasiadas cosas, aquellas que han tenido un gran valor y un gran significado, y también esas cosas buenas que llegaron a suceder y que al final se perdieron o se desvanecieron en la más absoluta nada.
Creo que la mejor decisión que uno puede llegar a tomar en estas situaciones es la de juntar ambos sacos y encontrar el equilibrio. Quedarse con lo bueno del año y tener la esperanza de que el próximo podrá compensar lo no tan bueno que ha pasado.
Y tras el consiguiente dolor de cabeza que traerá plantearte todo esto, la solución vendrá de la mano de la noche del 31. Esa que se utiliza para cenar por última vez en familia en mucho tiempo, hacer el ritual de las uvas (en los que muchos a la cuarta campanada habrán acabado porque empezaron en los cuartos, otros terminarán un minuto más tarde de las campanadas porque no le caben más en la boca y los demás que no se comerán las uvas por un ataque de risa) y tras eso meterse una botella de champánentre pecho y espalda, seguido de una salida nocturna con los colegas que consistirá en beber y beber.
Supongo que ésa es la manera de empezar un año: con resaca y sin nada más en la cabeza.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Cada año creamos rutinas sin darnos apenas cuenta, como levantarte a las siete para ir a clase (o trabajar), volver andando a casa mientras en tus oídos y cabeza suenan las notas de una canción, o salir el sábado por la tarde para descansar de una ajetreada semana y no sentirte culpable por salir cualquier otro día y no hacer cualquier otra cosa que deberías estar haciendo. Pero una de las mayores rutinas que se han creado y que seguirán vigentes por decenios y decenios, son y serán las más que conocidas Navidades. Fiesta de Corte Inglés e ilusión, de dinero fácil y aparente felicidad, días que sirven como excusa barata y perdón propio por haber pasado totalmente de tu familia durante el resto del año, eso sí, con una sonrisa siempre. Todo de repente es bueno, la vida te sonríe y eres feliz, y todo porque es Navidad.Mandas a tomar por culo la crisis y tiras la casa por la ventana porque, al fin y al cabo, es Navidad. Compras cosas inservibles y horrorosos adornos (que le pegaría más a la fiesta de Halloween de horribles que son) y que no volverás a utilizar, pero es Navidad.
La Navidad nos da la oportunidad de ser las personas que queremos ser: sonrientes, felices y sin preocupaciones. Supongo que todo eso de la Navidad se inventó para que no hubiese una oleada de suicidios masivos al final del año, o algo así.
¿Es un engaño? Sí, pero creo que eso de reunirse con la familia, los regalos, las interminables horas de Monopoli y el empacho de turrón y polvorones, es una pequeña recompensa por todos esos días de agobio, de trasnochar, de penas y desesperación con los que hemos tenido que lidiar a lo largo de un año entero. Supongo que nos merecemos terminar (y empezar) bien el año. Es obligación.
¿El resto? Es cosa nuestra.