sábado, 27 de septiembre de 2008

Química elemental

Sigo intentando hundir mi cabeza entre problemas de química del pasado viernes. Quizás aplicandole calor a mi cerebro y aumentarle unos 20º (293 K) conseguiría fundirlo, o tal vez conocer la presión parcial de mi hemisferio derecho conociendo la presión total a la que está sometido. Tal vez calcular el número de moles de neuronas que puede haber en mi joven y castigado amigo.

Sigo perdiéndome entre pesos moleculares y atómicos, entre fórmulas empíricas y sus consiguientes moleculares, para poder subir al siguiente escalón, donde sumerjo mi cerebro en una disolución de base acuosa de 1'4 g/l de densidad al 33%. Quizás haye su molalidad y su molaridad para distraerme.

Pero lo que realmente llama mi atención son las reacciones químicas y sus asombrosos resultados. De cómo la mezcla de dos sustancias puede dar lugar a otras totalmente diferentes. Es como sumarle un cuerpo a otro. En el momento en que éstos entran en contacto, los reactivos comienzan a hacer efecto, y cuando las condiciones son las apropiadas y se funden completamente, ambos cuerpos dan lugar a cientos de reacciones químicas interiores.
El reactivo limitante ya ha hecho su función, y el reactivo en exceso ahora se desprende a través de agitadas respiraciones y en forma de gotas de sudor que inundan los poros.

Alzo la mirada y observo el reloj de pared que se conserva desde antes de mi llegada. Marca las 5:08, y no avanza.
En estos casos siempre me planteo la misma duda:
¿Qué estaría haciendo ese día a las 5:08?

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